jueves, 3 de julio de 2025

El Cálculo Silencioso: Homogamia, Hipergamia y la Lógica Subconciente en la Selección de Pareja

 


El Cálculo Silencioso: Homogamia, Hipergamia y la Lógica subconciente en la Selección de Pareja.

 

Sección 1: Introducción: El Mercado Matrimonial y la Lógica de la Elección

La elección de una pareja es, sin lugar a dudas, una de las decisiones más trascendentales en la vida de un individuo, con profundas implicaciones para el bienestar emocional, la trayectoria económica y el estatus social a lo largo de todo el ciclo vital.1 Lejos de ser un acto impulsado únicamente por el afecto y la atracción romántica, la selección de pareja opera dentro de un complejo "mercado" social y económico, regido por lógicas que, aunque a menudo subconscientes, son sistemáticas y predecibles. En el contexto del México contemporáneo, este mercado presenta una aparente paradoja: mientras las mujeres han alcanzado niveles de educación y autonomía económica sin precedentes, sus estrategias de selección de pareja parecen aferrarse a patrones tradicionales. Específicamente, la evidencia sugiere una persistente influencia de la homogamia (la tendencia a unirse con iguales) y, de manera crucial, de la hipergamia (la tendencia a buscar una pareja de estatus socioeconómico superior), manifestándose en un rechazo generalizado a la hipogamia, es decir, a formar una unión con un hombre de menor estatus.

 

Esta investigación se adentra en esta paradoja para argumentar que la homogamia y la hipergamia femenina son factores determinantes, aunque operen de forma subconsciente, en el proceso de elección de pareja para la mayoría de las mujeres mexicanas. La tesis central es que, incluso en un entorno de creciente equidad, la mujer contemporánea busca una pareja que, como mínimo, iguale su estatus y, preferiblemente, lo supere. Esta preferencia se traduce en una negativa a asumir el rol de principal proveedora económica, bajo la lógica de que una pareja debe "sumar" a su vida —en términos de capital económico, social y cultural— y no "restar". Este patrón contrasta de manera significativa con las estrategias de selección masculinas, que, por regla general, no se orientan de forma prioritaria por el estatus o el nivel económico de la mujer.

La modernidad y los avances en la equidad de género, en lugar de erradicar estas tendencias, parecen haberlas refinado. Con una base económica propia, la mujer ya no se ve obligada a casarse por mera supervivencia, como pudo ocurrir en generaciones pasadas.3 Este cambio transforma la elección de pareja de una necesidad a una decisión estratégica. El matrimonio se convierte en un vehículo no ya para sobrevivir, sino para optimizar o, al menos, consolidar el estatus de vida ya alcanzado. Esto podría explicar por qué las mujeres con mayor éxito profesional y económico a menudo se vuelven más selectivas, no menos. La pregunta de investigación que guía este análisis es, por tanto: ¿Por qué, en un contexto de creciente igualdad formal, la hipergamia de estatus e ingresos sigue siendo una fuerza tan determinante en las decisiones de las mujeres, particularmente en una sociedad como la mexicana?

Para responder a esta interrogante, el presente artículo adoptará un enfoque multidisciplinario. Se entrelazarán los postulados de la psicología evolutiva, que explican las raíces biológicas de las preferencias de pareja; la sociología de la estratificación, particularmente el marco teórico de Pierre Bourdieu, que desentraña cómo estas preferencias se internalizan y reproducen socialmente; y los modelos de la economía del matrimonio, que analizan los patrones de elección como resultados de un mercado competitivo. A través de este análisis integrado, se demostrará que la reticencia de la mujer mexicana a aceptar una pareja de menor estatus no es un capricho, sino la expresión de una lógica profunda y arraigada que estructura el mercado matrimonial y perpetúa, de manera silenciosa, las jerarquías sociales.

Sección 2: Homogamia e Hipergamia: Definiendo los Patrones de Selección de Pareja

Para llevar a cabo un análisis riguroso de las dinámicas del mercado matrimonial, es imperativo establecer un glosario conceptual preciso. Los términos homogamia, hipergamia e hipogamia, provenientes de la sociología y la antropología, son fundamentales para describir los patrones de emparejamiento que estructuran las relaciones sociales.

Homogamia: La Atracción por la Similitud

La homogamia se define como la tendencia de los individuos a formar parejas con personas que son similares a ellos en características culturalmente importantes.5 Este principio de "lo semejante atrae a lo semejante" se manifiesta en múltiples dimensiones, incluyendo el estatus socioeconómico, la clase social, el nivel educativo, la etnia, la religión y la edad. Desde una perspectiva sociológica, la homogamia no es un fenómeno aleatorio; es un mecanismo poderoso de "cierre de grupo". Al casarse dentro de su propio grupo social, los individuos refuerzan las fronteras que separan las distintas capas de la sociedad, asegurando que los recursos, tanto económicos como culturales, permanezcan dentro de un círculo social delimitado. Este patrón surge de la interacción de tres factores: las preferencias individuales por la familiaridad y los valores compartidos, la influencia de terceros (como la familia y los círculos sociales) y, fundamentalmente, las restricciones del propio mercado matrimonial, ya que las personas tienden a conocer y considerar como parejas potenciales a quienes se encuentran en su entorno inmediato.

 

Hipergamia: La Búsqueda de Movilidad Ascendente

La hipergamia es el concepto sociológico que describe la práctica de formar una relación o casarse con un individuo de un estatus social o clase superior. Coloquialmente conocido como "casarse hacia arriba", este fenómeno ha sido históricamente asociado con las mujeres, en cuyo caso el término más específico es "hiperginia". La hipergamia refleja un deseo de movilidad social ascendente y la búsqueda de mejores oportunidades económicas y de seguridad. Históricamente, esta tendencia se explicaba por el acceso limitado de las mujeres a los recursos y al poder, lo que las llevaba a buscar parejas masculinas que pudieran proporcionarles estabilidad financiera y un estatus social elevado.

Es crucial entender que la hipergamia no es un concepto monolítico. Los sociólogos distinguen entre:

  • Hipergamia Absoluta: Ocurre cuando un cónyuge supera objetivamente al otro en una métrica específica, por ejemplo, cuando el marido tiene más años de educación o un ingreso mayor que su esposa.

 

  • Hipergamia Relativa: Este concepto más sofisticado se refiere al rango de cada individuo dentro de la distribución de su propio género. Ocurre cuando el rango de un hombre en la escala de ingresos masculina es superior al rango de su esposa en la escala de ingresos femenina, incluso si el ingreso absoluto de ella fuera mayor. Esta distinción es vital en el análisis contemporáneo, donde las mujeres superan a los hombres en métricas como la educación, pero la hipergamia relativa de ingresos puede seguir intacta.

 

Hipogamia: El Patrón Inverso

El antónimo de la hipergamia es la hipogamia, que se refiere a la práctica de casarse con una persona de una clase social o estatus inferior, o "casarse hacia abajo". Si la hipergamia femenina es la norma, la hipogamia masculina (hombres que se casan con mujeres de menor estatus) es su corolario lógico. Sin embargo, la hipogamia femenina —mujeres que se unen a hombres de menor estatus— es el patrón que, según la tesis de este artículo, sigue siendo mayoritariamente rechazado.

 

Estos conceptos no son mutuamente excluyentes, sino que operan en conjunto. La homogamia puede ser vista como el "punto de partida" o el "campo de juego" donde se desarrolla la selección de pareja. Las personas, por lo general, buscan pareja dentro de su propio estrato social. Sin embargo, la hipergamia actúa como un "vector de preferencia" dentro de ese campo. Una mujer de clase media, por ejemplo, interactuará y considerará principalmente a hombres de clase media (homogamia), pero dentro de ese grupo, o al mirar hacia los límites superiores del mismo, su preferencia se inclinará hacia aquellos que demuestren un mayor potencial de ingresos, un estatus ocupacional más alto o un capital cultural más refinado. Por lo tanto, la homogamia define el contexto de la búsqueda, mientras que la hipergamia define la estrategia de la elección.

Sección 3: Fundamentos Teóricos de la Elección de Pareja: Un Enfoque Multidisciplinario

Para comprender la persistencia de la hipergamia femenina, es necesario trascender las explicaciones simplistas y construir un andamiaje teórico robusto que integre las perspectivas de la psicología evolutiva, la sociología y la economía. Estas disciplinas, lejos de ser contradictorias, ofrecen niveles de análisis complementarios que, en conjunto, iluminan las fuerzas profundas que moldean las decisiones en el mercado matrimonial.

3.1 La Perspectiva Evolutiva: Inversión Parental y Estrategias Sexuales

Las raíces de las preferencias de pareja diferenciadas por sexo se hunden en la historia evolutiva de nuestra especie. La psicología evolutiva argumenta que estas preferencias no son construcciones culturales arbitrarias, sino adaptaciones que resolvieron problemas recurrentes de supervivencia y reproducción a lo largo de milenios.

La Teoría de la Inversión Parental, formulada por el biólogo Robert Trivers en 1972, es la piedra angular de este enfoque. Su postulado central es que el sexo que invierte más recursos biológicos en la descendencia será más selectivo al elegir una pareja, mientras que el sexo que invierte menos competirá más intensamente por el acceso a parejas. En los seres humanos, como en la mayoría de los mamíferos, la inversión parental mínima obligatoria es drásticamente asimétrica. La mujer invierte en la gestación, el parto (un proceso riesgoso y energéticamente costoso) y la lactancia, un compromiso biológico ineludible que dura meses o años. En contraste, la inversión mínima del hombre puede limitarse al acto de la cópula.

 

Esta asimetría fundamental tiene consecuencias psicológicas profundas. Al ser el "recurso reproductivo limitado", la mujer ha evolucionado para ser el sexo más selectivo. Su estrategia de elección de pareja se orienta a mitigar los altos costos de la reproducción, seleccionando a un compañero que no solo posea buenos genes, sino que también demuestre la capacidad y la voluntad de invertir recursos a largo plazo en ella y su descendencia. Estos recursos pueden ser económicos (potencial de ingresos, riqueza), sociales (estatus, protección) o personales (compromiso, fiabilidad).

 

La Teoría de las Estrategias Sexuales del psicólogo David Buss expande esta idea, mostrando cómo estas presiones evolutivas se traducen en patrones de preferencia observables transculturalmente. En un estudio monumental que abarcó 37 culturas en seis continentes, Buss y sus colaboradores encontraron una notable consistencia en lo que hombres y mujeres buscan en una pareja a largo plazo. Las mujeres, de manera universal, otorgaron una mayor importancia a las "buenas perspectivas financieras" y a la "ambición e industriosidad" de un hombre. En contraste, los hombres priorizaron consistentemente la juventud y el atractivo físico de la mujer, rasgos que a lo largo de la evolución han sido indicadores fiables de fertilidad y valor reproductivo. Esta asimetría en las preferencias no es un accidente cultural, sino el reflejo de las diferentes estrategias que maximizaron el éxito reproductivo para cada sexo en nuestro pasado ancestral.

 

3.2 La Perspectiva Sociológica: Habitus, Capital y la Reproducción de la Desigualdad

Si la evolución proporciona el "hardware" de nuestras preferencias, la sociedad escribe el "software" que las ejecuta. Las predisposiciones evolutivas no operan en un vacío; son moldeadas, expresadas y legitimadas a través de las estructuras y normas sociales. El marco teórico del sociólogo francés Pierre Bourdieu es excepcionalmente útil para comprender este proceso.

Bourdieu argumenta que nuestras acciones, gustos y preferencias no son el resultado de un cálculo racional consciente, sino de un habitus: un sistema de disposiciones duraderas y transferibles que internalizamos a través de nuestra socialización en un entorno social específico. El habitus es "la forma en que la sociedad se deposita en las personas", guiando nuestros pensamientos y comportamientos de manera automática. Aplicado a la selección de pareja, esto significa que la preferencia femenina por un hombre de estatus superior rara vez se experimenta como una transacción económica. En cambio, se manifiesta como una cuestión de "gusto", "atracción" o "compatibilidad". Una mujer puede sentir que un hombre con un estatus inferior simplemente "no es para ella" o que "no tienen nada en común", una percepción que su habitus le presenta como natural y evidente.

 

El habitus nos orienta en la evaluación del capital de los demás. Bourdieu expandió el concepto de capital más allá de lo puramente económico para incluir:

 

  • Capital Económico: Ingresos, riqueza, activos financieros.
  • Capital Cultural: Conocimientos, habilidades, educación, gustos refinados, modales y formas de hablar que son valorados por la clase dominante.
  • Capital Social: La red de relaciones y contactos que un individuo puede movilizar en su beneficio.

 

Desde esta perspectiva, la hipergamia es una estrategia, a menudo inconsciente, para adquirir o consolidar el portafolio de capital de la familia a través de la unión conyugal. Al elegir una pareja con un capital superior, una mujer no solo asegura su bienestar económico, sino que también puede acceder a un capital cultural y social que beneficiará tanto a ella como a su descendencia.

Estas interacciones ocurren dentro de un campo, que Bourdieu define como una arena social específica (como el campo académico, el artístico o, en este caso, el "mercado matrimonial") donde los agentes compiten por la distribución de capital.18 Cada campo tiene sus propias reglas no escritas, su doxa, que son las creencias fundamentales y dadas por sentadas que estructuran las percepciones y las prácticas. La idea de que el hombre debe ser el proveedor principal o tener un estatus superior al de la mujer es un elemento central de la doxa del mercado matrimonial tradicional. Aunque esta creencia se está erosionando, su influencia persiste a nivel de habitus, guiando las elecciones incluso cuando los individuos profesan creencias igualitarias. Investigaciones doctorales, como la realizada en El Colegio de México sobre la conformación de parejas y la desigualdad social en la Ciudad de México, aplican precisamente este tipo de marcos para analizar cómo las elecciones de pareja reproducen las estructuras de estratificación social.

 

3.3 El Modelo Económico: Especialización, Intercambio y Racionalidad en el Matrimonio

La economía ofrece un tercer nivel de análisis, modelando el matrimonio como un mercado donde individuos racionales toman decisiones para maximizar su bienestar. Aunque pueda parecer frío, este enfoque revela patrones agregados que las perspectivas individuales no pueden captar.

La Teoría de la Especialización y el Intercambio, asociada al premio Nobel Gary Becker, fue uno de los primeros modelos económicos del matrimonio. Originalmente, postulaba que las ganancias del matrimonio provenían de la especialización: los hombres se especializaban en el trabajo de mercado (remunerado) y las mujeres en la producción doméstica (no remunerada). La hipergamia encajaba perfectamente en este modelo, ya que era más eficiente que la mujer, especializada en el hogar, se uniera a un hombre con alta productividad en el mercado laboral. Si bien este modelo de especialización estricta es cada vez menos común, sus ecos persisten. Incluso en parejas donde ambos trabajan, si el potencial de ingresos del hombre es mayor —un resultado que la propia hipergamia tiende a asegurar—, la pareja a menudo tiene un incentivo para priorizar la carrera de él, perpetuando la brecha salarial de género dentro del matrimonio.

 

La evidencia más contundente de la persistencia de la hipergamia económica proviene, paradójicamente, de una de las sociedades más igualitarias del mundo. Un estudio exhaustivo sobre los patrones de emparejamiento en Noruega utilizó datos registrales de toda la población para analizar la hipergamia de ingresos. Para evitar el problema de que el matrimonio afecte los ingresos, los investigadores utilizaron el rango de ingresos de los padres como una medida del "potencial de ingresos" predeterminado de un individuo. Sus hallazgos son reveladores y desafían la idea de que la igualdad de género elimina la hipergamia:

 

  1. La probabilidad de encontrar pareja para los hombres está fuertemente correlacionada con su potencial de ingresos. Para las mujeres, esta correlación es débil o inexistente. Esto resulta en un mayor número de hombres de bajo estatus que permanecen solteros de por vida.
  2. Los hombres de alto rango tienen más probabilidades de tener múltiples parejas a lo largo de su vida ("reciclaje" de hombres de alto estatus).
  3. Dentro de las parejas, el hombre tiende a tener un rango de potencial de ingresos superior al de la mujer.

 

Estos hallazgos en un contexto de alta igualdad de género sugieren que la hipergamia no es simplemente un vestigio de la desigualdad pasada, sino un patrón de preferencia robusto y persistente, impulsado por diferencias de género en la valoración de los atributos de una pareja.

 

En síntesis, estas tres perspectivas teóricas no compiten, sino que se complementan para ofrecer una explicación multicapa. La psicología evolutiva proporciona el "porqué" fundamental y biológico: la asimetría en la inversión parental crea una predisposición femenina a buscar recursos y estatus. La sociología de Bourdieu explica el "cómo" esta predisposición se manifiesta en la sociedad: el habitus traduce el impulso biológico en "gustos" y "preferencias" socialmente estructurados que reproducen la jerarquía. Finalmente, la economía del matrimonio describe el "qué" observamos en el comportamiento agregado: las elecciones individuales, guiadas por el habitus, crean patrones de mercado observables como la hipergamia de ingresos. Para entender la elección de una mujer mexicana, es necesario considerar esta compleja amalgama de fuerzas evolutivas, sociales y económicas.

 

Sección 4: Análisis Empírico de la Hipergamia Femenina en el Contexto Mexicano

El marco teórico multidisciplinario adquiere plena relevancia cuando se ancla en la realidad empírica de México. Un análisis de los datos cuantitativos y cualitativos disponibles revela que, a pesar de las transformaciones sociales, los patrones de selección de pareja femenina en el país se alinean de manera consistente con los principios de la homogamia y, de forma particularmente tenaz, con la hipergamia de estatus e ingresos.

4.1 Tendencias Nacionales y Dinámicas de Estratificación: El Declive de la Hipergamia Educativa y la Persistencia de la Hipergamia de Ingresos

Uno de los cambios más significativos en la sociedad mexicana de las últimas décadas ha sido la reversión de la brecha de género en la educación. Las mujeres no solo han alcanzado a los hombres, sino que en muchos casos los han superado en niveles de escolaridad. Este cambio demográfico ha tenido un impacto directo en los patrones de emparejamiento, llevando a un declive de la hipergamia educativa.

 

Estudios comparativos entre México y Brasil, así como análisis enfocados en la Ciudad de México, confirman esta tendencia. Se observa una reducción en la proporción de mujeres que se unen con hombres de mayor escolaridad y un aumento de aquellas que se unen con hombres de menor escolaridad (hipogamia educativa). Esto se debe, en parte, a un simple reajuste estructural del mercado matrimonial: con más mujeres altamente educadas, el grupo de hombres con una educación superior se vuelve relativamente más pequeño. Los datos de matrimonios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) para 2020 corroboran esta deriva hacia la homogamia educativa, señalando que el 53.4% de los contrayentes se casan con personas que tienen exactamente el mismo nivel de escolaridad.

 

Sin embargo, sería un error interpretar el declive de la hipergamia educativa como el fin de la hipergamia en general. La evidencia sugiere que mientras la educación pierde peso como criterio de "superioridad" masculina, la importancia del estatus económico y el potencial de ingresos no solo persiste, sino que podría haberse intensificado. El mismo informe del INEGI de 2020 revela una asimetría reveladora en la participación laboral: el 93.1% de los hombres declararon estar trabajando al momento de contraer matrimonio, en comparación con solo el 49.1% de las mujeres.

Esta disparidad sugiere la persistencia de un modelo de especialización de roles, donde se espera que el hombre sea el principal sostén económico, un pilar fundamental de la lógica hipergámica.

 

De hecho, un estudio sobre la selección de parejas en la Ciudad de México concluyó que, lejos de transitar hacia una sociedad más abierta, "se han mantenido y probablemente intensificado las presiones sociales que obstaculizan la formación de lazos de parentesco entre personas ubicadas en lugares distintos de la estratificación social". Esta observación es consistente con el concepto bourdieusiano de cierre de grupo, donde los individuos utilizan el matrimonio para consolidar su posición en la jerarquía social, un proceso en el que la hipergamia de ingresos juega un papel central. La siguiente tabla visualiza esta divergencia de patrones:

 

Dimensión de Emparejamiento

Tendencia Observada en México

Preferencia Femenina Declarada

Educación

Tendencia hacia la homogamia (mismo nivel) y la hipogamia (mujer con más educación).

La educación del hombre es valorada, pero no es el factor principal.

Ingresos / Seguridad Financiera

Persistencia del modelo de proveedor masculino.

La seguridad económica es un factor "muy importante" y prioritario.

Ocupación / Estatus

Asimetría en la participación laboral al momento del matrimonio.

Preferencia por un estatus ocupacional igual o superior.

 

Esta tabla cristaliza la principal nuance del argumento: la forma de la hipergamia puede cambiar (de educativa a económica), pero su función subyacente de asegurar o mejorar el estatus a través de la unión conyugal permanece intacta.

4.2 Preferencias Declaradas vs. Realidad Estructural: La Voz de las Mujeres Mexicanas

Los datos sobre lo que las mujeres mexicanas dicen que buscan en una pareja refuerzan los patrones observados en los datos estructurales. La evidencia más sólida proviene de la "Ideal Partner Survey", una encuesta global realizada por la aplicación de salud femenina Clue en colaboración con la Universidad de Göttingen.30 Los resultados de esta encuesta, que incluyó a 64,000 mujeres de todo el mundo, son contundentes:

 

México fue uno de los cuatro países (junto con Japón, Colombia y Estados Unidos) con el mayor porcentaje de mujeres que declararon que la "seguridad económica" era un rasgo "muy importante" en una pareja a largo plazo. El estudio también encontró que las mujeres en México, junto con las de Colombia y Brasil, valoraban de manera significativa que su pareja fuera "culta", un indicador de capital cultural.

 

Esta preferencia declarada por la seguridad económica resuena en fuentes más informales y cualitativas que capturan el discurso cultural. Un ejemplo es un podcast difundido en la plataforma TikTok, donde se discuten entrevistas callejeras a mujeres mexicanas sobre sus requisitos para una pareja. En estas entrevistas, las mujeres enumeran con frecuencia un buen salario y estabilidad económica como condiciones indispensables, describiendo a su "hombre ideal" en términos que se alinean con el arquetipo del "macho alfa" proveedor. Aunque anecdótica, esta evidencia cualitativa es valiosa porque muestra cómo las preferencias estratégicas se articulan en el lenguaje cotidiano y se convierten en parte del imaginario colectivo.

 

4.3 La Contraparte Masculina: Asimetría en las Prioridades de Selección

El argumento se fortalece al examinar la contraparte: lo que los hombres mexicanos buscan en una pareja. La evidencia disponible indica una marcada asimetría en las prioridades, que se alinea perfectamente con los modelos evolutivos. Los hombres, por regla general, no priorizan el estatus socioeconómico de la mujer.

Un estudio realizado por investigadores de la UNAM sobre la selección de pareja en la población universitaria del entonces Distrito Federal se centró en analizar las preferencias masculinas hacia diferentes tipos de cuerpos femeninos. La conclusión fue que las preferencias de los hombres mexicanos se ajustan al "consenso occidental-urbano" que valora rasgos físicos específicos, como un bajo índice cintura-cadera (ICC de 0.7) y un índice de masa corporal (IMC) normal. Estos rasgos son considerados por la psicología evolutiva como indicadores fiables de juventud, salud y fertilidad. El estudio no encontró evidencia de que los hombres otorgaran una importancia similar al estatus educativo o económico de las mujeres; su criterio de selección principal era el atractivo físico como señal de valor reproductivo.

 

Esta asimetría es también el supuesto subyacente en marcos teóricos revisados en tesis académicas mexicanas. Por ejemplo, una tesis de licenciatura de la UNAM sobre los factores de elección de pareja revisa la teoría del intercambio y la idea de la "homogeneidad". En ella se plantea que cuando no existe una similitud de estatus, a menudo ocurre un "intercambio" de "bienes": la belleza y juventud de la mujer se intercambian por los ingresos y el estatus del hombre. Este modelo, aunque teórico, presupone la misma asimetría de preferencias que los estudios empíricos confirman: las mujeres aportan capital erótico y los hombres aportan capital económico.

 

Esta divergencia en las prioridades de selección es fundamental. Mientras las mujeres escanean el mercado matrimonial en busca de indicadores de estatus y capacidad de provisión, los hombres lo hacen en busca de indicadores de fertilidad y valor reproductivo. Esta asimetría es la que da origen y sostiene la dinámica de la hipergamia femenina.

El rechazo de las mujeres a la hipogamia (unirse a un hombre de menor estatus) a menudo se simplifica como una aversión a "mantener" a un hombre. Sin embargo, un análisis más profundo revela una racionalidad más compleja. Los datos del INEGI sobre el uso del tiempo muestran que las mujeres en México, incluso aquellas que trabajan a tiempo completo, continúan asumiendo la mayor parte de las tareas domésticas y de cuidados no remunerados. Para una mujer profesional, considerar una pareja hipogámica —un hombre que gana menos o que no tiene un empleo estable— representa el riesgo de enfrentar una "doble carga" exponencial. No solo se convertiría en la principal o única proveedora económica, sino que, según las normas de género prevalecientes, muy probablemente seguiría siendo la principal responsable de la gestión del hogar y el cuidado de los hijos. Por lo tanto, el rechazo a la hipogamia no es solo una aversión a la dependencia económica masculina; es una aversión racional a una situación de potencial explotación, donde la mujer tendría que asumir el rol de proveedora económica además de sus roles tradicionales, sin una contraprestación equivalente por parte de su pareja. Es una decisión estratégica para evitar una situación que no "suma", sino que "resta" energía, tiempo y recursos, comprometiendo su propio bienestar y el de su futura descendencia.

 

Sección 5: Síntesis y Conclusión: La Persistencia del "Habitus" Hipergámico y el Rechazo a la Hipogamia


El análisis presentado a lo largo de este artículo converge en una conclusión robusta: a pesar de las significativas transformaciones sociales y del avance de las mujeres en la esfera educativa y profesional, las estrategias de selección de pareja femenina en el México contemporáneo siguen estando profundamente estructuradas por los principios de la homogamia y, de manera determinante, de la hipergamia. La elección de una pareja, lejos de ser un acto puramente afectivo, se revela como un cálculo silencioso, una decisión estratégica en la que el estatus y el potencial económico del hombre continúan siendo variables cruciales.

La evidencia, extraída de la psicología evolutiva, la sociología bourdieusiana y la economía del matrimonio, se entrelaza para formar un tapiz explicativo coherente. La Teoría de la Inversión Parental de Trivers establece el fundamento biológico: la mayor inversión reproductiva femenina genera una predisposición evolutiva a ser más selectiva y a valorar los recursos y el compromiso en una pareja. El marco teórico de Bourdieu nos muestra cómo esta predisposición se traduce en un habitus social: un conjunto de disposiciones internalizadas que hacen que la búsqueda de un estatus superior en una pareja se sienta "natural" y se manifieste como una cuestión de "gusto" o "compatibilidad", reproduciendo así las jerarquías sociales existentes. Finalmente, los modelos económicos, validados por estudios empíricos incluso en sociedades altamente igualitarias como la noruega, demuestran que estas preferencias individuales crean patrones de mercado predecibles, donde el potencial de ingresos de un hombre es un factor clave para su éxito en el mercado matrimonial.

 

En el contexto mexicano, este marco teórico encuentra una sólida validación empírica. Hemos visto cómo, si bien la hipergamia educativa está en declive debido a la reversión de la brecha de género en la educación, la hipergamia de ingresos y estatus persiste con tenacidad. Las mujeres mexicanas, como lo demuestran encuestas internacionales, se encuentran entre las que más valoran la "seguridad económica" en una pareja a largo plazo. Este patrón contrasta de manera flagrante con las preferencias masculinas, que continúan orientándose prioritariamente hacia el atractivo físico como indicador de fertilidad, tal como predicen los modelos evolutivos.

 

La consecuencia directa de esta persistencia del habitus hipergámico es un rechazo generalizado a la hipogamia femenina. La negativa de la mujer mexicana a "mantener" a su pareja, o a unirse con un hombre de menor estatus socioeconómico, no debe interpretarse como una preferencia superficial o un "capricho", como a menudo se caricaturiza en el discurso popular. Es, por el contrario, el resultado lógico y racional de este complejo entramado de fuerzas. Es una estrategia profundamente arraigada para la gestión de riesgos y la optimización de recursos en un entorno que, a pesar de los avances formales, sigue operando bajo normas de género tradicionales. Como se argumentó, el temor a la "doble carga" —ser la principal proveedora económica y, al mismo tiempo, la principal cuidadora del hogar— convierte a la hipogamia en una opción percibida como altamente desventajosa y potencialmente explotadora.

 

La máxima de que una pareja debe "sumar y no restar" es, en esencia, la expresión coloquial de esta compleja estrategia de optimización del capital (económico, social y cultural) en el campo social. Una pareja hipogámica es percibida como alguien que "resta" no solo en el plano financiero, sino también en el estatus social proyectado por la unidad familiar y, crucialmente, en la ecuación total de trabajo y energía vital.

En última instancia, este análisis sugiere que el verdadero cambio en los patrones de selección de pareja no provendrá únicamente de la continua independencia económica de las mujeres. Mientras las estructuras sociales y la doxa del mercado matrimonial sigan asignando, aunque sea de manera implícita o inconsciente, el rol de proveedor principal al hombre y el de cuidadora principal a la mujer, la lógica de la hipergamia femenina, en una u otra de sus formas, seguirá siendo un factor determinante. La emergencia de un mercado matrimonial verdaderamente simétrico requerirá no solo la igualdad de oportunidades para las mujeres, sino una reconfiguración fundamental de los roles y expectativas de género para ambos sexos, un cambio que transforme el cálculo silencioso de la elección en un diálogo genuino entre iguales.

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