lunes, 16 de octubre de 2023


 El derecho a la vida y la teoría hilemórfica. La explicación del auto-movimiento en Aristóteles.

Aristóteles afirmó que “Toda definición es una noción, y toda noción tiene partes; por otro lado, hay la misma relación entre las parte de la noción y las partes del objeto definido, que entre la noción y el objeto.”[1]

Así, la teoría hilemórfica o teoria de las causas que da origen a la diferencia entre el ser y la cosa, no es mas que una noción, que para entenderse, debe verse en sus partes, y analizar la relación entre las partes de la noción y las partes del objeto, que es lo que haremos a continuación.

El sentido común de Aristóteles lo mantiene enfocado a estudiar todo  lo que ve, oye, gusta, huele y toca; esa es la realidad, eso es lo que el científico y el filósofo deben explicar aunque a primera vista parezca inmanejable por cambiante, inmanejable para la razón humana que trabaja con conceptos permanentes. Aristóteles resuelve el problema al ir entendiendo cómo opera la mente humana en su relación con las cosas de la realidad y, simultáneamente, al ir entiendo mejor la realidad. Llega así a dos conceptos nuevos, relacionados entre sí y pilares de su filosofía, el concepto de la forma permanente y el concepto de potencia (dynamis ).

Para aclarar el concepto de la forma permanente recordemos que otra manera de referirnos a las exigencias del sentido común de Aristóteles es afirmar que sólo existe lo individual, lo concreto, digamos Pedro, Juan, Andrés, este caballo concreto, este otro caballo concreto, este gato concreto, este naranjo que está aquí, este otro naranjo que está más allá.

Pensando sobre estos seres individuales –todos distintos entre sí y todos cambiando sin cesar– la mente humana es capaz de ir descubriendo ciertas formas de ser comunes a unos y ausentes en otros, al punto que logra clasificarlos, agruparlos mentalmente. La mente humana ve en Pedro, Juan y Andrés una forma común que llama "hombre", diferente a la forma común al caballo y al gato, y que llama "animal"; a su vez diferente de la forma común al naranjo de aquí y al naranjo de más allá, y que llama "árbol".

Estas formas, comunes a varias cosas o seres, existen en la realidad. La razón humana las descubre en la realidad, no las inventa. La forma de Juan, la que nos hace decir que Juan es "hombre", existe tanto como existe Juan, pero no existe sola, separada de Juan, independiente de Juan. Existe combinada con otras cosas que también hacen a Juan. También existe en Pedro, pero combinada con las otras cosas que también hacen a Pedro. Por eso Juan y Pedro son iguales entres sí en cuanto hombres, aunque las otras cosas los hagan diferentes: el cuerpo de Pedro puede ser más grande que el de Juan.

Ahora que es bien evidente que estas dos proposiciones … tienen una significación diferente, y que la una es una afirmación y la otra una negación, es claro igualmente que la manera de probar la una y la manera de probar la otra debe ser también diferentes [2]

Estas formas que existen en la realidad aunque sólo existan combinadas con otras cosas, son permanentes, no cambian. Se las ve primero envueltas de otras cosas y lucen cambiantes; pero la capacidad inteligente del hombre las desenvuelve mentalmente, las aparta mentalmente de las otras cosas, las abstrae, y entonces descubre su permanencia. Ya puede compararlas, relacionarlas, agruparlas, hacer ciencia y filosofía, para explicar la realidad, para explicar los seres o cosas concretas existentes.

Resuelto el problema del conocimiento de la realidad, nos queda algo más que decir sobre esa realidad en relación a la forma permanente.

Estamos viendo que cada ser o cosa del mundo natural resulta ser una especie de compuesto. Su forma permanente es uno de los componentes.

Vista desde otro ángulo, esta misma forma permanente es llamada substancia (sub - stare; lo que está por debajo). La palabra griega que usó Aristóteles puede también ser traducida como "realidad básica". Lo cual significa que los otros componentes de las cosas no son "básicos" aunque sean reales. Imaginemos un gato blanco. El gato es una substancia, existe en sí mismo; lo blanco, en cambio, no existe solo, existe en el gato. El blanco del gato es real, pero no es algo "básico" porque necesita estar en el gato o en un caballo o en una pared. El frío tampoco existe solo, aunque existe en la piedra fría. El calor no existe solo, aunque existe en la piedra caliente. Una misma piedra (una misma substancia) puede estar primero caliente y después fría: el componente substancia no ha cambiado; el componente calor ha desaparecido y ha aparecido el componente frío. A estos componentes no "básicos" se les ha llamado después accidentes, palabra que viene del verbo latino accido y que más o menos significa caer encima, echarse sobre algo.

Con las cosas reales compuestas de substancia y accidentes Aristóteles explica el cambio en las cosas del que todos somos testigos y que tantos dolores de cabeza había dado a sus predecesores.

Los filósofos anteriores no habían logrado explicar el cambio porque confundían la expresión "esta piedra fría se ha puesto caliente" con la expresión "el calor se ha hecho frío".

Así, el propio Aristóteles parafraseando a empedocles, señaló que “ningún ser tiene realmente una naturaleza, sino que a la mezcla y a la separación de las cosas mescladas, es todo lo que hay y lo que los hombres llaman naturaleza”[3]

 

Veamos ahora el segundo concepto anunciado antes, el de potencia (dynamis ), también fundamental para explicar los cambios que observamos y muy relacionado con lo que acabamos de decir. Para Aristóteles, con mentalidad de biólogo, todo tiene un propósito, una función que cumplir; lo manifiesta su forma. Si estudiamos la forma del ojo comprendemos que su función es ver. El ojo es para ver. Sin embargo, los ojos de ciertos animales, recién nacidos, no ven. Cierto, dice Aristóteles, pero sus ojos tienen la capacidad de llegar a ver; son ojos en potencia. La substancia del ojo no ha recibido todavía todos los accidentes requeridos. La forma del ojo no ha alcanzado todavía su plenitud, está en camino, y avanzará por ese camino gracias a una dynamis que le es natural hasta llegar a ver, hasta llegar ser ojos en acto.

La plantita nueva de mango, que viene saliendo de la semilla caída en tierra, tiene un progenitor. Entendemos que el progenitor es autor (causa) de la nueva planta por dos razones: le dio el ser y le dio la misión a cumplir. La naturaleza (physis ) de la nueva planta consiste en esforzarse por realizar su propia forma específica tal como aparece en el árbol maduro progenitor.

Para Aristóteles, el fin, el objetivo, el telos de cada cosa tiene que existir con anterioridad a ella; ese objetivo existente es una perfección (aunque sea relativa) por cuya influencia tiene lugar la actividad del mundo natural.

¿Cuál es el fin, el objetivo, el telos del mundo en su conjunto? Dios, la perfección absoluta.

Cada cosa en este mundo, al realizar lo más adecuadamente posible su propia forma específica –al ir de la potencia al acto de su propia forma– imita, en su manera limitada, la perfección absoluta de Dios. Hacer eso es la naturaleza de las cosas.

La psyche.

Los griegos llamaban psicología al estudio de la psyche, el componente especial que hace vivos a ciertos seres, eso que no tienen las piedras y sí tienen las plantas, los animales y los hombres.

Platón había hablado de partes del alma. Aristóteles habla más bien de potencias: nutrición, reproducción, locomoción, apetito, sensibilidad, pensamiento. Pero estas potencias se manifiestan en los seres vivos como en una jerarquía de niveles.

Al nivel más básico de los vivos está la capacidad de nutrirse y reproducirse. Son las capacidades de la psyche vegetativa. Primer peldaño en la jerarquía de la vida. La función de los vivos es vivir de acuerdo a su naturaleza –la planta como planta, el animal como animal, el hombre como hombre– y producir otro ser viviente semejante a ellos; al hacerlo, participan de lo divino en cuanto les es posible. Ahora bien, esta facultad vegetativa puede existir y de hecho existe sin otras facultades de la psyche, pero estas otras facultades no pueden existir sin la vegetativa.

¿En qué consiste la potencia o facultad sensitiva? Sentir empieza como una especie de alteración. El que siente padece una acción de otro. Cuando me toca un objeto caliente mi piel incluso se enrojece. Por tanto, la facultad sensitiva es una "potencia" que requiere de otro para llegar al "acto", como sucede con el combustible que no arde por sí mismo. Lo que lleva al acto de la sensación está fuera del que siente: los seres visibles, audibles, tocables, gustables, olfateables. Sin la presencia de estos no puede darse la sensación aunque se tenga la facultad sensitiva. De ahí que el objeto propio de la sensación sean los seres particulares y concretos. (El objeto de la ciencia, en cambio, son los conceptos universales; la mente inteligente los ha abstraído de los seres concretos; una vez abstraídos están en cierta forma en la mente del que piensa; por eso pensamos cuando queremos, pero no sentimos cuando queremos; pensar depende del que piensa mientras sentir depende de la presencia del objeto sentido, visto, oído, tocado, etc.)

Pero sentir no es sólo padecer la acción de estos objetos externos; la luz actúa en el ojo como actúa en el agua de una poza y las formas y colores se reflejan en ambos, pero la poza no "ve" y el ojo sí. Cuando el órgano corporal de la visión, el ojo, es materialmente afectado por el objeto externo, ocurre algo enteramente distinto: la psyche sensitiva recibe la forma sensible del objeto sin el objeto mismo, como la cera recibe la impresión del anillo sin el hierro o el oro del anillo. Este es el acto psíquico propiamente tal.

De forma similar explica Aristóteles la potencia de la psyche inteligente: al entender, el alma recibe la forma inteligible del objeto sin el objeto mismo. Pero "recibir" las formas no es lo más elevado del alma humana ( nous ): lo más elevado no "recibe" nada porque no es pasivo sino puramente activo, intuye, discurre y juzga nociones y principios. Las formas inteligibles recibidas más abajo son el material de su trabajo y no la causa de su trabajo. Por eso los seguidores de Aristóteles hablaron después de entendimiento pasivo y entendimiento activo.

¿Qué es el alma?

Aristóteles fue cambiando en su modo de entender el alma. En los diálogos de su juventud, cuerpo y alma son dos substancias separadas y aun enemigas, aunque estén unidas externamente; más tarde, el cuerpo y el alma operan en unidad aunque son seres independientes; después el alma ya es la fuerza vital con sede en algún lugar del cuerpo. En el libro De Anima desaparece la dualidad, alma y cuerpo se funden en una unión en la que el alma es la forma del cuerpo, la que da al cuerpo su sentido, su propósito.

El alma es "la primera actualidad de un cuerpo natural con capacidad de vida" (De Anima II, 1). Es, pues, la capacidad de ese cuerpo de realizar ciertas actividades que llamamos vida.

¿Es separable esta capacidad del cuerpo en que está? ¿Puede existir independiente de él? Por un lado Aristóteles dice: "el problema de si el alma y el cuerpo son una sola cosa no es más legítimo que el de si la cera y la impresión en ella del sello son una sola cosa, o, en general, si la materia de una cosa es uno y lo mismo que la cosa de la que es materia" (De Anima II, 1); por tanto, el alma no puede existir separada del cuerpo; nos referimos a ella como algo distinto del cuerpo porque alma y cuerpo son mentalmente separables. Por otro lado Aristóteles también dice en el mismo libro: "Respecto de la mente o capacidad de pensamiento activo, aún no tenemos pruebas. Parece ser un género distinto de alma y ser capaz por sí sola de existencia independiente de lo perecedero". Y en el tratado científico sobre la Generación de los Animales dice que la razón es la única de las manifestaciones de la vida "que entra de afuera y es divina".

En consecuencia, para unos comentaristas Aristóteles negó la inmortalidad del alma humana, para otros, en cambio, no lo hizo. Lo que sí parece un hecho es que no se dedicó a pensar sobre el tema. Su afán de entender y explicar este mundo tal vez no dio lugar a especulaciones sobre el otro. En sus escritos de ética, como veremos, nos exhorta a dedicarnos a una vida de pensamiento puro porque es nuestra facultad más elevada, en la que nos parecemos más a Dios. Sin duda para Aristóteles la inteligencia era algo que el hombre no compartía con los otros seres vivos y, en cambio, sí la compartía, de algún modo, con Dios.

Dios

El movimiento o cambio de una cosa de este mundo se explica con la acción de otra cosa. Esta última es el motor externo del movimiento de la primera. ¿Cómo explicaba el conjunto de todos los movimientos de este mundo? Con un motor externo a todo que impulsa todos los movimientos incluidos los propios. Es decir, el motor primero –Dios– es motor de todo movimiento o cambio en el mundo y también motor de sí mismo. Un motor automotor.

Aristóteles está de acuerdo con el raciocinio en cuanto a la necesidad de un motor externo al mundo para explicar todos los movimientos del mundo, pero ve una contradicción en el concepto de automotor.

Todo cambio o movimiento es un proceso: lo que comienza como capacidad de llegar a ser algo (potencia), termina siendo ese algo (acto). La planta va creciendo hasta llegar a ser árbol maduro; pero este proceso es posible porque antes de su inicio existía un árbol maduro, de la misma especie, que fue quien lo puso en marcha. Para que nazca un niño tiene que existir antes un hombre adulto. Para que un líquido llegue a 100 grados de temperatura debe haber una agente que tenga de antemano los 100 grados o más.

Afirmar la existencia de un automotor es afirmar que ese ser es causa de su propio movimiento; por tanto, cuando comienza el proceso del movimiento, por un lado no tiene la forma hacia la que va, por otro ya la tiene puesto que es la causa. Todavía no tiene los 100 grados de temperatura pero al mismo tiempo ya los tiene.

Aristóteles explica todos los movimientos y cambios del mundo con un motor externo al mundo pero sin cambio o movimiento dentro de sí mismo. Dios no está en potencia de nada, es acto puro, perfección completa, motor inmóvil.

En Dios no hay kinesis (paso de la potencia al acto) pero hay energeia , la actividad propia de cada naturaleza, y la de Dios es conocer, un conocer que es vida. Dejemos que Aristóteles mismo nos lo diga:

"Inmóvil en su actividad pura, este ser no está sometido a ningún cambio... Tal es el principio del cual dependen el cielo y la naturaleza. Su felicidad es idéntica a los goces supremos que nosotros sólo podemos gustar un instante, pero que él los posee eternamente. Su felicidad es su mismo acto.... que es el acto de la inteligencia soberana, el pensamiento puro pensándose a sí mismo... Es admirable que Dios tenga la dicha que nosotros sólo gozamos alguna vez, pero si la posee en mucho más alto grado, esto es mucho más admirable todavía; y la realidad es que así la posee. Y posee también la vida. Porque el acto de la inteligencia es vida. Ahora bien, Dios es este mismo acto subsistente en sí, tal es su vida eterna y soberana. Por esta razón se dice que es un viviente eterno y perfecto; porque la vida que dura eternamente existe en Dios, porque Dios es esto, la vida misma”.[4]

El objeto formal del conocimiento divino sólo puede ser su propia esencia divina. Es más valioso ignorar que conocer. Algunos interpretan esto como que el Dios de Aristóteles no conoce al mundo, aunque sea su causa, y es por tanto un Dios en quien no cabe la Providencia. Otros interpretan que Dios conoce las cosas del mundo en Sí mismo, en su propia esencia divina.

Así, existen cuatro tipos de causas que explican la existencia y el cambio de las cosas:

·      Causa material: Es el material del que está hecha una cosa. Por ejemplo, la causa material de una mesa es la madera.

·      Causa formal: Es la forma o estructura de una cosa. Por ejemplo, la causa formal de una mesa es su diseño.

·      Causa eficiente: Es la fuerza o agente que produce un cambio. Por ejemplo, la causa eficiente de la construcción de una mesa es el carpintero.

·      Causa final: Es el propósito o fin de una cosa. Por ejemplo, la causa final de una mesa es su uso para comer o trabajar.

De estas cuatro causas surge la teoría de la causa primera de Aristóteles, que es una extensión de la tetra causalidad. Existe una causa primera que es responsable de la existencia de todas las cosas. Esta causa primera es, necesariamente, Dios.

[1] ARISTOTELES, Metafísica, libro séptimo, capítulo 10, Editorial Porrúa, Déciomo quinta Edición, México, 2002

[2] ARISTOTELES, Tratados de lógica, peri hermenias, capítulo cuarenta y seis, pag. 160, Editorial Porrúa, México. 2001

[3] ARISTOTELES, Metafísica, libro quinto, capítulo 4, pàg 98, Editorial Porrúa, Déciomo quinta Edición, México, 2002

 [4] Aristóteles, Metafísica, libro XII Capítulos 7 y 9, Editorial Porrúa. México.2002

domingo, 10 de septiembre de 2023

 


LOS MANDATOS DE LO MASCULINO

Parte 2. La discriminación contra nuestra masculinidad.

Los mandatos de lo masculino evidentemente no son universales, cada sociedad y cada persona los ejerce a su modo, es el “mos masculus” de vivir de cada quien, pero salvo que tu masculinidad sea la que le embona al feminismo, es decir, la género-sensible, es probable que hayas sufrido algún grado de discriminación.

Es indudable que los reclamos del feminismo son legítimos, y pocas personas —hombres o mujeres — pueden negarlo. Ha logrado evidenciar muchas conductas discriminatorias de lo que llaman “patriarcado” perpetuado por lo que llaman “machismo”. Claro que todos somos iguales, y todos merecemos las mismas oportunidades. Claro que el hombre no es superior a la mujer.

Eso no esta mal, el problema comienza cuando la definición de lo que a ellas les duele de las conductas “machistas” se tornan persecución de lo masculino, y cuando se confunde lo masculino con lo machista. El problema sigue también cuando el resentimiento por vivencias de malas relaciones o incluso de ser víctima de delitos, genera discursos de odio contra todo lo históricamente reconocido como “masculinidades” o mandatos de lo masculino.

En este tema existe mucho calor, muchas veces originado por una diferencia conceptual, pues a algunas personas piensan en algo distinto a lo que otros atacan o defienden.

Empecemos por recordar los diferentes tipos de masculinidades reconocidas por la CNDH:

1.- Masculinidad hegemónica.- Sus integrantes se caracterizan por ser personas importantes, independientes, autónomas, activas, productivas, heterosexuales, y a nivel familiar, proveedoras y con un amplio control sobre sus emociones.

2.- Masculinidad subordinada.- En este caso, algún o algunos rasgos de la masculinidad dominante están ausentes; se trata de hombres que no son tan fuertes, cuya capacidad económica no es grande, no comparten rasgos como el autocontrol emocional, pertenecen a una minoría, y no se identifican con el estereotipo o prototipo masculino hegemónico.

3.- Masculinidades alternas.- Algunos hombres, al analizar las masculinidades anteriormente señaladas, han llegado a la conclusión de que no desean ejercer ninguna de ellas; que, por el contario, están dispuestos a analizar y elegir otras conductas, características y actitudes nuevas. De ahí que actualmente haya hombres que toman lo bueno de una y otra forma, obteniendo la posibilidad de elegir cómo relacionarse con otros; reconociendo que la relación no debe ser necesariamente violenta ni implicar atracción sexual; respetar el derecho a definir la preferencia sexual; asumir que los hombres tienen derecho a experimentar los mismos sentimientos que las mujeres y de igual forma evaluar positivamente la amistad entre hombres.

La masculinidad género-sensible, es un ejemplo de éste tercer grupo. Las masculinidades género-sensibles se caracterizan por ser críticas frente a los patrones culturales del patriarcado, son más abiertos a mejores modos de expresión emocional que involucran tanto las relaciones paternofiliales como las de pareja, y especialmente en la dimensión estructural, se resalta su compromiso colectivo con la transformación ética, económica, política y cultural del sistema mismo de las relaciones de género, con un horizonte de equidad.

La masculinidad frágil, esta no es propiamente una forma de masculinidad reconocida por la CNDH, pero es muy común escuchar discursos al respecto, los cuales suelen referirse a esas actitudes que se construyen dentro de un paradigma machista y patriarcal que exige al varón ser fuerte, insensible, superior, independiente, esconder sus emociones y sus miedos. De esta manera, el varón tiene que hacer un gran esfuerzo para sostener este estereotipo exigido. Lo cual, muchas veces, pone al mismo frente a un callejón sin salida. El problema, dicen, surge cuando, al sentir amenazada su masculinidad, ataca. Acción muy bien ponderada dentro de este estereotipo de macho. Suele resumirse en la siguiente frase: “Lo que más desestabiliza al macho (macho entendido como el estereotipo machista del varón), es sentir amenazada su potencia y superioridad.”

Como podrá observarse, este último no es realmente un tipo de masculinidad, sino un tipo de machismo en todo su esplendor. Cuando vemos este tipo de discursos sabemos que de forma natural buscan apoyar el movimiento feminista mediante la vinculación de la masculinidad con el patriarcado, con el machismo, la desigualdad, la violencia, y hasta con la delincuencia.

Cuidado aquí ya estamos entrando en un terreno de prejuicios discriminatorios.

Lamentablemente, como se ve, algunas personas con la intención de desacreditar la masculinidad  y destruir las bases mismas de la percepción clásica histórica tradicional de un hombre fuerte, alfa, proveedor; han tratado de equiparar la masculinidad hegemónica con la violencia contra las mujeres, que logra imponer su voluntad y origina una situación de desigualdad.

Estigmatiza y prejuzga entonces la masculinidad hegemónica con hombres violentos que necesariamente recurren al uso de violencia para imponer su voluntad, que buscan someter a otros hombres y que constantemente están en búsqueda de riesgo y situaciones de peligro.

Como podemos apreciar, la misión de esta corriente «anti-masculinidad» es clara: acabar con el estereotipo tradicional de hombre fuerte, desacreditándolo, al identificarlo con los paradigmas del patriarcado machista.

Esto es tan discriminatorio y grave, como el machismo mismo, pues estigmatiza la masculinidad del varón al prejuzgar, identificando per se al hombre fuerte con el violento, al alfa con el machista, al proveedor con el patriarcal, y al hombre caballeroso con el violentador pasivo.

Por increíble que parezca, hasta el hombre mas caballeroso no se salva ante este tipo de prejuicio y estigmatización «anti-masculinidad», pues para el feminismo más radical, la caballerosidad es una tradición patriarcal que implica un orden jerárquico de las personas y una implicación de debilidad en quien recibe este trato.

Tal ha sido el grado de estigmatización y discriminación por este tema, que La CNHD en su página web hace alusión al debido Respeto a las Diferentes Masculinidades, con la frase: "Porque hay muchas formas de ser hombre. Tú puedes ejercer la masculinidad que elijas y tienes derecho a ser respetado. Ante cualquier acto de discriminación la CNDH está contigo."


La discriminación por razones de género implica un trato diferente o perjudicial que se da a una persona por motivo de su sexo, y aquí encontramos un ejemplo.

El feminismo fomenta el respeto y la igualdad entre ambos géneros, con especial énfasis en la igualdad de la mujer; no obstante, en muchos casos se ha llegado al extremo opuesto, y nuestras nuevas generaciones hoy prejuzgan al varón.

Se prejuzga al varón cuando se dice el hombre mató, no, el que mató es un asesino. El hombre violó, no, el que violó es un violador.

Si exigimos respeto, lo menos que se puede esperar es que respetemos. — Feministas — si exigen respeto ¿que es lo que debemos esperar de ustedes?

Cualquier forma de masculinidad no es sinónimo de machismo, ni de violencia, ni de delincuencia.

Ser alfa es ser líder. Ser líder no es aplastar a nadie, es lo que se es. Hasta las sociedades mercantiles o civiles requieren un líder, un administrador. Ninguna sociedad sobrevive con votos empatados. Cualquier persona con experiencia en la toma de decisiones verá esto como una realidad y las familias no están ajenas a este principio.

Eso no significa que la mujer no lo pueda hacer. Claro que puede y que lo haga con quien así lo acepte, pero que no pretenda que esa fórmula funcione de manera universal para todas las familias.

Ser protector es una elección personal. Si a una mujer le afecta, le disgusta, le incomoda, está en su derecho a no aceptar a un protector como pareja, pero a lo que no tiene derecho es a forzar al que lo es a que deje de serlo.

Ser proveedor es una elección personal. Igualmente, cada quién es libre de elegir. (no confundir con la obligación alimentaria que es un deber) Me cuesta trabajo imaginar a quien le pueda disgustar este atributo. Las opciones que me vienen a la mente son aquellas que requieren algún tratamiento.

Ser caballeroso (al que lo elige) es una característica de su personalidad. Es su educación, su cultura, es lo que es. A la que no le guste que se busque a su patán, que no le faltaran opciones.

Los que nos orgullecemos de la autopercepción como persona fuerte, importante, independiente, autónoma, activa, productiva, heterosexual, y a nivel familiar, proveedora y con un amplio control sobre las emociones, no estamos haciendo nada incorrecto, ni ilegal, ni antisocial. Nuestra autopercepción es tan respetable como cualquier otra.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Los mandatos de la masculinidad.

 


Los mandatos de la masculinidad.

 

Dicen que nuestra masculinidad está en crisis, dicen que los hombres masculinos somos machistas, somos represores, opresivos, agresivos, maltratadores, y sobre todo, representamos esa deuda histórica del patriarcado contra el feminismo.

Hoy se aplaude a los hombres que han reprimido, renunciado o moderado los 7 atributos de su masculinidad; están al rojo vivo los prejuicios contra el género masculino. Se premia y se aplauden a los hombres afeminados o sensibles.

Y los que no aceptamos esa exigencia feminista, somos objeto de crítica social y represión.

Pues yo hoy vengo a decir a los 4 vientos que SOY HOMBRE, SOY MASCULINO, y yo no necesito el permiso de nadie para estar orgulloso de mi masculinidad.

Los 7 atributos de la masculinidad, para mi, son:

1).- la caballerosidad; 2).- la fuerza física; 3).- la fuerza de voluntad; 4).- la productividad; 5).- el coraje; 6).- la asertividad, y 7).- el liderasgo. En mi caso, además, –por sobre todas las cosas– ser heterosexual.

Los mandatos de la masculinidad no son lo mismo que ser machista. El machismo para mi forma de ver las cosas, es una degeneración de la masculinidad. Es la forma tóxica de ejercer la masculinidad.

Yo no me identifico como machista por el hecho de ser masculino, tal vez por otras cosas, pero no por esta.

A quien me llama machista le digo, llámame como quieras, tus prejuicios son tuyos, yo no me hago responsable de tus complejos.

Yo soy un hombre masculino, orgulloso de mi masculinidad, y no, no estoy en contacto con mi lado sensible, y no por eso tengo falta de empatía, simplemente es el rasgo emocional con el que me siento cómodo.

Nosotros no vamos 50/50 en las cuentas, nos gusta ser el que pague a cuenta en la cafetería, pero no tenemos ningún problema en que a veces lo haga ella.

Nos gusta abrirle la puerta a nuestra pareja, no porque pensemos que ellas no puedan, sino porque yo elegimos ser atentos con una dama, así nos educaron y asumimos esa educación como propia.

Sabemos que nuestra pareja es suficientemente independiente para no necesitar protección, pero somos protectores porque elegimos serlo, porque es parte del rol que decidimos desempeñar en el universo, y porque sabemos que en el fondo la mujer empoderada e independiente también en ciertos momentos necesita un hombre a su lado que le brinde seguridad y en quien recargarse cuando el peso de la vida hace que las fuerzas se le escapen.

Aunque no lo reconozcan, la mujer se siente mas segura cuando él duerme en casa, ella descansa mejor sabiendo que él protege su hogar, que cuida a sus hijos; y aunque no lo sepa, o no lo reconozca, la mujer heterosexual desea ser cortejada, desea que su pareja las enamore, que sea tierno, protector, que la haga sentir deseada, amada, femenina.

El feminismo les ha enseñado a las mujeres que no necesitan un hombre, que son independientes, que pueden con todo. Les repiten constantemente: Mujer ¡sal, crece, empodérate!

Un verdadero hombre no detiene a su pareja, al contrario, la impulsa, la apoya a que vaya por eso y más, fomenta su empoderamiento, su crecimiento, realización y felicidad. En un caballero no van a encontrar resistencia, ni represión.

El que tiene la suerte de tener una verdadera dama a su lado, independiente y empoderada, está seguro de ella, no le revisa el celular, no la cela, la invita a vestirse de forma femenina y por sobre todas las cosas, aprecia su inteligencia y su éxito profesional.

No le intimida su tamaño, por el contrario, le enorgullece. Ella no necesita hacerse pequeña para caber con un verdadero hombre masculino, están en constante autosuperación.

Los verdaderos caballeros actuamos sin cobardía, bajo la premisa de que a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa. Los que violentan a las mujeres son los cobardes. No nos confundan.

Así como ustedes exigen respeto para su feminidad, exigen igualdad, desean reconocimiento de su potencial intelectual, nosotros deseamos lo mismo de ustedes.

La sociedad moderna defiende mucho la inclusión, el lenguaje incluyente, la diversidad en la identidad sexual, el respeto a la forma en que cada persona se identifica en cuanto a su género o su preferencia sexual.

Bueno pues, así como ustedes exigen respeto a esa forma de asumirse individualmente, pues nosotros hemos elegido la masculinidad como la forma en que nos sentimos cómodos, y si somos congruentes, eso merece el mismo respeto.

Nosotros no necesitamos su permiso para ejercer nuestra masculinidad.

Mujer, escucha:

Un hombre con una sana masculinidad no es tu enemigo, la única violencia que vas a encontrar con él, es la que lleves contigo.