martes, 22 de diciembre de 2009

CRÓNICA DE COPENHAGUE.

Es el fin de la esperanza, o el comienzo de una nueva era? Nuestro planeta se deforesta, se degrada y por esa causa sus emisiones de gases de efecto invernadero deberán reducirse drásticamente antes del 2020 o de lo contrario se generarán daños ambientales irreversibles e imposibles de mesurar. Esto no es una opinión, es un hecho ya conocido por todos y comprobado por científicos de todo el mundo. Por esto, 110 mandatarios y 165,000 personas del globo se reunieron en Copenhague Dinamarca, entre el 10 y el 18 de diciembre del 2009 para decidir el futuro de la humanidad. 


Los antecedentes

El astrofísico estadounidense Carl Sagan fue el primero en poner el dedo en la yaga sobre el impacto de los gases de efecto invernadero en el ambiente. A partir de sus observaciones astronómicas que mostraban que la atmósfera de Venus era extremadamente caliente y densa, Sagan propuso que el  efecto invernadero provocado por el dióxido de carbono, era la causa de estas elevadas temperaturas. Esto le llevó a alertar a la humanidad de los peligros del cambio climático producidos por la actividad industrial del hombre. No obstante ello, pasaron muchos años para que se tomara en serio esta teoría, que hoy desgraciadamente y como todos podemos observar, ya dejó de ser teoría.

Hoy, gracias a Carl Sagan, sabemos que la energía proveniente de combustibles fósiles y que ha impulsado el advenimiento de la edad industrial y permitido que la población humana aumente explosivamente, es una bomba de tiempo. El producto de nuestra “respiración industrial”, el Dióxido de Carbono (CO2) ha aumentado en la atmósfera y amenaza ahora con destruir nuestro nicho. El papel de la atmósfera va mas allá de proveernos de oxigeno para respirar. Ella controla el balance termal del planeta. El problema es que, comparada al océano, la atmósfera tiene relativamente poca masa, lo cual hace que pequeños cambios inducidos por los humanos la afectan dramáticamente.

Antes de la llegada de la edad industrial, la concentración de CO2 en la atmósfera era de 280 ppm (partes por millón). Hoy el nivel es de 360 ppm. Esto representa un aumento de cerca del 30% en menos de 300 años.
Hoy en día hay una mayor cantidad de CO2 en nuestra atmósfera que en cualquier otro momento de la historia humana. Para la tierra, esto es una tasa de cambio sin precedentes, aproximadamente 10,000 años de cambio comprimido en 100 años. Hoy en día hay más CO2 en el aire que el que hubo durante todo el período de evolución del ser humano. La tierra está acostumbrada a cambios lentos, no rápidos. Los cambios lentos le dan tiempo a la biosfera y a las especies de adaptarse. Cambios rápidos pueden causar caos biológico y perturbar el delicado balance natural. El dióxido de carbono es crítico en el control del balance de la temperatura de la tierra porque absorbe la radiación infrarroja (RI), la cual es, básicamente, calor.


La radiación visible que llega a la tierra desde el sol, pasa a través de la atmósfera clara y entra en contacto con la tierra. Una porción de la radiación es absorbida y radiada de vuelta al espacio como RI. El CO2 atrapa esta RI y la refleja de nuevo hacia la superficie de la tierra, causando más calentamiento. El efecto de invernadero - el calentamiento de nuestra atmósfera - depende del CO2. Existe un balance delicado entre la radiación solar, la concentración de CO2, y el calor, el cual no debemos perturbar.

Tal vez no seríamos la primer civilización en autodestruirse. Recordemos que Solon, uno de los siete sabios de la Grecia antigua, afirmaba que los Atlantes con sus máquinas voladoras se autodestruyeron por su soberbia y necedad en un día y una noche, 9,500 años antes de Cristo, llevándose consigo todo un continente al fondo del mar. Platón reiteradamente afirmó que este relato sobre la ignota Atlántida era verdadero, en sus diálogos Timeo y Critias.

Nuestras acciones para solucionarlo.

Uno de los primeros e incipientes pasos que dio la humanidad para resolver este problema, se dio en La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que fue adoptada en Nueva York el 9 de mayo de 1992 y que entró en vigor el 21 de marzo de 1994. Permite, entre otras cosas, reforzar la conciencia pública, a escala mundial, de los problemas relacionados con el cambio climático.

Ante la insuficiencia de esta norma marco, en 1997, los gobiernos acordaron incorporar una adición al tratado, conocida con el nombre de Protocolo de Kioto*, que cuenta con medidas más enérgicas y jurídicamente vinculantes que fueron acogidas principalmente por Europa y Rusia. Este protocolo destaca porque no obliga a los países que producen más gases de efecto invernadero, China y EUA, puesto que Estados Unidos no lo aceptó, y China aunque sí lo acepto, por ser considerado un país en vía de desarrollo, no estaba obligado a cumplirlo.
* Kyōto es la romanización más correcta del nombre en japonés, el nombre en español es Kioto.
En 2006 se enmendó en Nairobi, Kenia,  este Protocolo a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en la XII Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 12),  nuevamente con la ausencia de compromisos por parte de los Estados Unidos de Norte América, quien siempre había asegurado que su país sufriría graves daños económicos de adoptar el protocolo de Kioto o el de  Nairobi, sustentado en el informe del economista británico Nicolas Stern quien había previsto un impacto socioeconómico del cambio climático equivalente al de las dos Guerras Mundiales o de la crisis de 1929. Lo único rescatable de la cumbre fue la promesa (incumplida) del apoyo a los países en desarrollo y la agenda de una nueva conferencia donde se supone se revisaría el protocolo de Kioto en 2008, la que no se llevó a cabo sino hasta 2009.
Ante la tibieza en la toma de decisiones y siendo que los efectos del cambio climático comenzaron a manifestarse de forma más evidente, y como ya se ha dicho, se convocó a una nueva conferencia, donde estaba previsto como meta fundamental, el adoptar un nuevo Protocolo, conferencia que tuvo lugar en Copenhague en el presente año 2009. La esperanza de un nuevo protocolo llegó de la mano de un nuevo mandatario americano, quien traería una postura más dinámica y ya con la aprobación del senado de su país de comprometerse a reducir sus emisiones, lo que no se había logrado en las conferencias precedentes. El mundo también tenía puestos los ojos en las decisiones que tomarían los países emergentes que más gases emiten, China, India y Brasil.

Que pasó en Copenhague.


Lejos de lograr adoptar un nuevo protocolo vinculante como se esperaba, es decir, obligatorio, solo se tomaron puntos de acuerdo de intención, sin tener el grado de tratado y por supuesto, sin carácter vinculante, y ahora la esperanza de lograr tal meta se pospone para México en diciembre del 2010, año donde se celebrará la próxima cumbre para el cambio climático, donde las organizaciones no gubernamentales y ambientalistas, apuestan será la última oportunidad para lograr el acuerdo que se requiere para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, dentro de los próximos 10 años puestos como meta para evitar daños permanentes al planeta.
Si las emisiones continúan subiendo después de 2020, la única forma de mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2ºC, es mediante los llamados proyectos de geoingeniería para quitar dióxido de carbono de la atmósfera.
Entre estas propuestas, hay algunas que parecen más ciencia ficción que otra cosa: espejos en el espacio que reflejen los rayos del sol, árboles artificiales que absorben el CO2 del aire y lo guardan en compartimientos que se pueden enterrar o la creación de nubes artificiales.
Pero incluso los proyectos de geoingeniería que ya están en fase de prueba, como el de captura y almacenamiento de carbono -que retira el gas producido por la quema de carbón en las usinas y lo prepara para su almacenado- están lejos de ser viables económicamente. Ahora veamos los temas que se tocaron en Copenhague.

Los puntos contenciosos

-Temperatura. El acuerdo reconoce que para evitar consecuencias catastróficas, el aumento de la temperatura no debe sobrepasar los 2ºC, algo que esperaban la mayoría de los países, pero que desilusiona a otros como las Pequeñas Islas Estado, y a otros países vulnerables que fijaban la meta en 1,5ºC. (Una profecía de Edgar Cayce sitúa a Japón parcialmente hundido bajo el mar. El geólogo japonés, Nobichico Obara, demostró que el archipiélago se hunde de dos a tres centímetros por año, pero este hundimiento se acelera exponencialmente cada año con el calentamiento global, lo que hará realidad la profecía de Cayce en unos no lejanos 40 años.)
Sin embargo, tal como está expresado en el documento, no se plantea el límite de los 2° centígrados como un objetivo formal, ni tampoco cómo será alcanzado. Sólo reconoce y acepta el punto de vista científico.
-Emisiones de CO2. El acuerdo no fija un año en el que las emisiones deben llegar a su punto más alto para luego iniciar su descenso. Tampoco indica en cuánto se deben reducir las emisiones. Los países deberán anunciar en qué porcentaje reducirán sus emisiones para 2020, el 1º de febrero de 2010 . El acuerdo tampoco menciona metas para 2050.
La fijación de plazos y porcentajes era una de los puntos claves que muchos esperaban infructuosamente que estuvieran incluidos en el texto del acuerdo.
-Ayuda financiera. El acuerdo promete aportar US$30.000 millones durante los próximos tres años para ayudar a los países en desarrollo a mitigar los efectos del cambio climático. También promete un fondo -financiado por los países ricos- de US$100.000 millones para 2020.
Sin embargo no está claro de dónde provendrá el dinero, cómo se lo entregará, ni quiénes serán los beneficiarios.
Esta suma de dinero que los países ricos han puesto sobre la mesa es la mitad de lo que algunos organismos de la ONU consideran necesario.
El texto indica que estos fondos "están destinados a los países en desarrollo más vulnerables", algo en lo que no están incluidos la mayoría de países de América Latina. También dice que aquellos países que se opusieron al acuerdo podrían no recibir dinero.
Cabe recordar que Bolivia y Venezuela, por ejemplo, fueron algunos de los más acérrimos detractores del acuerdo.
-Transparencia y verificación. El texto indica que las promesas de los países ricos en cuanto al recorte de sus emisiones serán sometidas a un estricto escrutinio, tal y como lo establece la convención marco sobre cambio climático de la ONU.
Mientras que los países en desarrollo deberán entregar informes nacionales sobre sus recortes aplicando una metodología "que respetará la soberanía nacional". Pese a ser el país más contaminante del mundo, China aún está considerado un país en desarrollo.
En este sentido, EE.UU. exigía verificar que China esté cumpliendo con sus promesas, algo que el tratado no establece con claridad.
-Estatus legal. El acuerdo aceptado en Copenhague no es vinculante. Esto significa que ninguno de los países que lo reconocen está en la obligación legal de cumplir con lo que establece su texto.
Para muchos países en desarrollo y organizaciones ambientalistas esto le quita cualquier validez.
-Deforestación. El acuerdo promete "financiamiento considerable para evitar la deforestación". Esto es un punto importante dado que más del 15% de las emisiones de CO2 se deben a la destrucción de los bosques.
El texto del acuerdo reconoce "el papel crucial de la reducción de emisiones a través de la deforestación y la degradación de los bosques (…) y la necesidad de aportar incentivos que ayuden a tales acciones, como el establecimiento inmediato de mecanismos como los REDD (…)".
Parte de los puntos del texto sobre la financiación hacen referencia explícita a cómo el dinero internacional se destinará a proyectos de REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación).
Para América Latina (nueve países de América del Sur comparten el Amazonas. Además, México y América Central tienen importantes zonas boscosas) esto es una buena noticia.
Opiniones y tendencias.

La Fundación Europea del Clima, opinó más allá de las críticas, que algo que se le debe agradecer a la cumbre es que al menos ya no quedan dudas de que el cambio climático se ha convertido en un tema central de la discusión política para todos los países.
Y por otra parte, la conciencia pública sobre el cambio climático ha aumentado de forma masiva, y tanto para los países desarrollados como para aquellos en desarrollo, el futuro apunta una economía baja en carbono.


Ha habido dos reacciones generalizadas al Acuerdo de Copenhague: "el fin de la esperanza" o "el principio de la esperanza".

La primera tendencia entiende el documento como un desastre, mucho más limitado de lo que se necesitaría para llegar a un tratado legalmente vinculante que acotara las emisiones de gases invernadero.
La segunda tendencia asume estas limitaciones, pero lo considera, al menos, un comienzo.
Desde un punto de vista general, Venezuela, Bolivia (y los países miembros del ALBA) se enmarcan dentro de la primera categoría mientras que Brasil encaja en la segunda.

Dos grados 
Los científicos de Naciones Unidas están ampliamente de acuerdo en que, para evitar un cambio climático serio, el aumento de la temperatura debería limitarse a dos grados Celsius sobre los niveles de la era pre-industrial.
El texto del Acuerdo reconoce esta necesidad. Pero, tal como está expresado en el documento, los dos grados no son un objetivo formal, sino que el grupo firmante "reconoce el punto de vista científico" según el cual el aumento de la temperatura debería mantenerse por debajo de esa cifra.
Además, el Acuerdo no explicita un plazo para alcanzar un máximo de emisiones, ni establece objetivos claros para su reducción. En lugar de esto, se pide a los países industrializados que detallen sus propias metas en febrero del año que viene.
Según un documento oficial de la ONU que se filtró durante la conferencia, si se aceptara el máximo de emisiones que piden esos países, las temperaturas podrían llegar a aumentar en torno a tres grados.
En este sentido, para muchos analistas, el Acuerdo –tal como ha sido reconocido- inspira poca confianza en que se pueda evitar el límite de los dos grados.

América Latina


América Latina sólo es responsable del 12% de las emisiones mundiales de gases invernadero, pero es especialmente vulnerable al calentamiento global de dos grados. Esta afirmación se convirtió casi en un mantra durante la cumbre de Copenhague.
Existen cuatro zonas muy expuestas al cambio climático en la región:
Los países de la cuenca del Amazonas (Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia y Brasil) podrían sufrir las consecuencias del deterioro del río (como la degradación de los bosques).
Los estados que comparten los Andes, como Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú o Bolivia padecerán el calentamiento de la cordillera.
En la región del Caribe, en particular las islas pequeñas y las zonas costeras se verán afectadas por el aumento del nivel del mar y por el colapso prematuro del ecosistema de los arrecifes de coral.
Muchos de los países en el corredor de los huracanes de América Central (Honduras, Nicaragua, Belice, México) quedarán expuestos a la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos.

Ahora bien, como hemos expuesto, el Acuerdo promete aportar US$30.000 millones para los países en desarrollo durante los tres próximos años. Por otro lado, marca el objetivo de llegar a los US$100.000 para 2020.
Pero, ¿quién obtendrá ese dinero? El texto apunta que "los fondos para la adaptación al cambio climático se destinarán de manera prioritaria a los países en desarrollo más vulnerables y a los menos desarrollados, como los estados insulares pobres y África".
Muy pocos países latinoamericanos se ajustan a la categoría de "países menos desarrollados", ya que la mayoría están catalogados como países de renta media. Bolivia y los estados de América Central podrían ser la excepción.
Sin embargo, algunas informaciones indicaron que si un país se opuso al Acuerdo podría no recibir ningún dinero. Bolivia, por ejemplo, fue uno de los detractores más firmes al texto.
Por otro lado, debe subrayarse que todavía queda un largo camino para establecer de dónde se sacará el dinero, qué instituciones supervisarán el proceso y cómo se entregará a sus destinatarios.


¿Destino a México?
El nuevo acuerdo ha generado todo tipo de dudas sobre muchos de sus puntos, incluidos aspectos como los Mecanismos de Desarrollo Limpio (en los están involucrados muchos países latinoamericanos) y el futuro de la transferencia de tecnología.
Por el momento, no se ha fijado un plazo para convertir el Acuerdo en un tratado vinculante, aunque el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, aseguró que este paso debería darse a lo largo del año que viene.
Así pues, para México, la consecuencia más inmediata del Acuerdo podría ser la llegada de todo el circo del cambio climático global a la capital federal el próximo diciembre.

Odio decir se los dije pero ...


“El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.” (Apocalipsis 16:8-9)

jueves, 10 de diciembre de 2009

La Nueva Grámatica



Hoy sucedió algo digno de reconocerse, que dejará huella en 23 países y que pone al idioma español, a la cabeza de las lenguas modernas. Seguramente deberá poner a estudiar a los maestros de primaria: Es lo que ya se conoce en la jerga jurídica como “La nueva gramática”.


Hace más de 6 siglos, en 1492 Antonio de Nebrija inició una nueva disciplina con la publicación de la primera gramática de la lengua española, que contiene las normas que rigen el idioma originado en Castilla hoy conocido como Español.

Hoy precisamente, 9 de diciembre del 2009, José Manuel Bleca e Ignacio Bosque marcan la historia, al publicar el nuevo “mapa” de la lengua española planteando una obra "polifónica" y "coral", que ha sido calificada internacionalmente como una "hazaña monumental".

Hace 11 años, los expertos decidieron actualizar la última gramática de la lengua, que databa de 1931, y tras trabajo arduo coordinado a ambas orillas del océano Atlántico, ahora presentan los primeros tomos de una obra preparada por la Real Academia Española y la asociación de las 22 Academias de la Lengua Española que integra a todos los países que hablan el idioma de Cervantes.

Según los expertos, lo que aporta la nueva obra es un cambio en la visión de la gramática con un acento no en la normativa (lo que está "bien" y lo que está "mal") del idioma, como ocurría con la de 1931, sino en la descripción de los modos en que se usa la lengua en todo el contexto hispanohablante.

La de 1931 partía de la base de que la gramática era el arte de hablar correctamente, y sólo daba explicaciones para aclarar las normas. Esto se traducía en una visión muy imperfecta, muy incompleta de la naturaleza de la lengua española.

La “nueva gramática” tiene una particularidad y es el hecho de que no es una gramática que nos manda España a los países hispanoamericanos. Ha sido una gramática completamente consensuada por todas las Academias de la Lengua Española.

Este documento se convierte hoy en un instrumento de conocimiento fundamental y consulta obligada para todos los Ministros, Magistrados, Jueces e intérpretes de las normas, y por supuesto de los doctrinarios del derecho, pues recordemos que ninguna interpretación de las normas puede arribar a conclusiones correctas si no partimos del significado o idea que se atribuye a cada palabra que integran las normas.

Ninguna disciplina guarda mas importancia para la argumentación e interpretación jurídica, que la gramática.